martes, 11 de octubre de 2016

Máquinas de guerra, pensamiento crítico y comunicación


Una máquina de guerra es una máquina abstracta.



Las máquinas abstractas son aparatos en el sentido foucaultiano. Para el francés, un aparato es un entramado de “curvas de visibilidad”, “curvas de enunciación”, “líneas de fuerza” y “líneas de subjetivación” (Deleuze, 2007: 344-345). En las dualidades visibilidad-enunciación, fuerza-subjetivación, identificamos los ejes rotatorios que son pilar de la investigación en desarrollo.

Untangling the lines of an apparatus means, in each case, preparing a map, a cartography, a survey of unexplored lands —this is what he [Foucault] calls ‘field work’. One has to be positioned on the lines themselves; and these lines do not merely compose an apparatus but pass through it and carry it north to south, east to west or diagonally (Deleuze, 2007: 344).





Al igual que todas las máquinas, las máquinas abstractas son componentes productivos del capitalismo cognitivo: puede que sean cooptadas en el mismo momento que se realizan o imaginan, al poco de ser inventadas. Empero, su ambivalencia también implica que en cada pensamiento y en cada experiencia de inmanencia existen algunas posibilidades, aunque sean mínimas, de que surja un tipo de diferencia maquínica aún no cooptada (Rauning, 2008: 107).




En la sociedad capitalista, el típico espectáculo de consumo lo constituyen la comedia ligera o el melodrama, cuyo remate invariable, el happy ending, ha sido —y sigue siendo en alguna medida— un arma ideológica de cierta eficacia para alentar y consolidar el conformismo en grandes sectores del pueblo (...) El espectáculo como refugio frente a una realidad hostil no puede sino colaborar con todos los factores que sostienen semejante realidad, en la medida en que actúa como pacificador, como válvula de escape, y condiciona un espectador contemplativo frente a la realidad" (Gutiérrez Alea, 2009: 51-52).




Por eso toda máquina abstracta remite a otras máquinas abstractas: no sólo porque son inseperablemente políticas, económicas, científicas, artísticas, ecológicas, cósmicas —perceptivas, afectivas, activas, pensantes, físicas y semióticas—, sino porque se entrecruzan sus diferentes tipos tanto como su rival ejercicio. Mecanosfera. (Deleuze y Guattari, 1988: 522).




Cada máquina abstracta puede ser considerada como una ‘meseta’ de variación que pone en continuidad variables de contenido y de expresión. Así pues, el contenido y la expresión alcanzan en él su más alto grado de relatividad, devienen los ‘funtivos de una misma función’ o los materiales de una misma materia (Deleuze y Guattari, 1988: 520).





Puesto que el individuo es miembro de una colectividad y su concepción de la realidad coincide a grandes rasgos con el sistema axiológico válido para dicha colectividad, la poesía ejerce influencia, por medio de los individuos escritores y lectores, sobre la manera como concibe el mundo la sociedad entera. Así, la relación de la poesía con la realidad es poderosa, precisamente gracias a que la obra poética no remite tan sólo a determinadas realidades, sino a toda la realidad que se refleja en la conciencia del individuo y la colectividad (Mukarovsky, 2000: 103).




“un movimiento artístico, científico, ‘ideológico’, puede ser una máquina de guerra potencial, precisamente porque traza un plan de consistencia, una línea de fuga creadora, un espacio liso de desplazamiento, en relación con un filum. El nómada no define ese conjunto de caracteres, es ese el conjunto el que define al nómada, al mismo tiempo que la esencia de la máquina de guerra” (Deleuze y Guattari, 1988: 422).

Misterio y Ministerio


El ejercer esta suerte de ficción conduce lo más a menudo a una forma de vacío ontológico. Los objetos y acontecimientos secundarios (¿pero por qué secundarios?) son ignorados. Toda nuestra atención se desvía hacia el enfrentamiento de los personajes. El feroz apetito de este concepto depredador va mucho más allá de la teoría del conflicto y constituye un sistema normativo. Los productos que resultan de esta norma no solamente han invadido el mundo, sino que han impuesto sus reglas a la mayor parte de los centros audiovisuales a lo largo y a lo ancho del planeta; poseen sus propios teólogos, sus inquisidores y sus guardianes del orden (Ruiz, 2000: 24).




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